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Las obras más destacadas de la Biblioteca General Histórica de la USAL.

En el marco de la conmemoración del octavo centenario de su fundación (1218), la Universidad de Salamanca expone por primera vez una selección de los más interesantes manuscritos conservados en su Biblioteca General Histórica.

La Biblioteca Universitaria de Salamanca nació pocos años después que el propio Estudio Salmantino, cuando en 1254 el rey Alfonso X creó la figura del estacionario. La primera sala para biblioteca, cubierta por el denominado Cielo de Salamanca, data de 1479. La segunda, ubicada en el claustro alto de las Escuelas Mayores, fue construida en los albores del siglo XVI y, tras su derrumbe parcial en 1664, renovada en 1749. Aneja a la Antigua Librería, cuyas estanterías contienen los libros impresos antiguos, se encuentra la sala de manuscritos e incunables, que ocupa el espacio interior de la fachada plateresca del edificio.

La exposición presenta veintitrés de los 2.815 manuscritos recogidos en esta sala, comenzando con dos obras que representan los inicios del Estudio Salmantino. El resto va recorriendo la historia del manuscrito europeo, desde los scriptoria monásticos medievales hasta la convivencia con la imprenta en el siglo XVI, pasando por el renacimiento de la vida ciudadana, la fundación de las universidades o los inicios del Humanismo, que potenció las lenguas vernáculas como vehículo de expresión cultural.

Sala de Manuscritos

Además de mostrar este itinerario histórico del libro manuscrito, la exposición pone de relieve algunas de las principales características de la colección salmantina:

SU VARIEDAD TEMÁTICA, que no se limita a los autores, títulos o lenguas considerados por la normativa universitaria como lecturas obligatorias.

SUS DIVERSAS PROCEDENCIAS, con libros adquiridos por y para la Universidad, pero también donaciones particulares y bibliotecas procedentes de otras instituciones, como el Colegio Real de la Compañía de Jesús, los conventos y monasterios desamortizados, y los antiguos colegios seculares. Entre ellos destacan los denominados colegios mayores, cuatro de los seis que existieron en España.

Actualmente, la Antigua Librería y la Sala de manuscritos e incunables forman parte de la Biblioteca General Histórica, centro de investigación cuyas funciones principales son la conservación y difusión del patrimonio bibliográfico de una institución que se acerca a sus primeros 800 años de existencia.

Biblioteca Histórica. Universidad de Salamanca

 

Recorrido de la exposición

1. SALMANTICA DOCET: LA FORMACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

 El Estudio Salmantino fue creado en 1218 por el rey Alfonso IX de León. En 1243 Fernando III confirmó sus privilegios, si bien la organización y dotación definitivas llegaron con la Real Cédula de 8 de mayo de 1254 de Alfonso X, considerada hoy la carta magna constitucional del Estudio.

La sanción internacional se consiguió un año después, con el papa Alejandro IV, que concedió validez universal a los grados impartidos en Salamanca –Licentia ubique docendi– y el permiso para usar un sello propio.

Tras las fundacionales de Alfonso X, las primeras constituciones de la Universidad fueron las otorgadas en 1411 por el papa Benedicto XIII, sustituidas en 1422 por las de Martín V. Durante los siglos XVI y XVII las constituciones latinas fueron actualizándose mediante estatutos redactados en castellano: Covarrubias (1561), Zúñiga (1594), Caldas (1604), Gilimón de la Mota (1618) y, por último, la recopilación de 1625.

Constituciones y estatutos fueron reemplazados por el Plan de estudios dirigido a la Universidad de Salamanca en 1771 por Carlos III, de gran influencia en las universidades españolas de la época y las que se crearían a partir de entonces. En 1807, el Plan de estudios de Caballero, aprobado para Salamanca, se hizo extensivo a todas las universidades de la Monarquía. Fue el primer plan general de universidades.

La normativa salmantina fue, además, la base jurídica de gran parte de las primeras universidades iberoamericanas, que consideran a la Universidad de Salamanca su Alma Máter.

2. LOS LIBROS MONÁSTICOS Y EL SCRIPTORIUM: SIGLOS XI-XII

 Al desmantelamiento del Imperio romano de Occidente, con su unidad administrativa y cultural, le siguió una larga época en la que prácticamente desapareció la vida ciudadana. La cultura quedó en manos de la Iglesia, salvaguardada por monjes que supieron mantener el conocimiento de las lenguas clásicas, la actividad intelectual y la tradición de la copia de textos.

Con la carencia de escuelas y comunicaciones, la escritura romana minúscula cursiva evolucionó hacia las “variantes nacionales”: letras visigótica, merovingia y longobarda. Además, superados desde hacía tiempo el papiro como material escriptóreo y el rollo como formato, ahora se utilizaba un soporte común –el pergamino o piel de animal– y un único formato –el códex o códice.

Los libros altomedievales eran, pues, códices en pergamino, copiados en los scriptoria monásticos, con letra visigótica e ilustración de tipo mozárabe –perfilada y colorista– que a veces representaba escenas alusivas al texto y otras se limitaba a decorar las letras iniciales con entrelazos o motivos vegetales y zoomórficos.

Hacia el siglo XII, el arraigo de la orden cluniacense supuso tres cambios sustanciales: la sustitución de la letra hispana visigótica por la carolina o románica, que había surgido en la corte de Carlomagno; la evolución desde la ilustración mozárabe a la románica, y, por último, el relevo de la liturgia tradicional hispana o mozárabe por la común romana.

Libros Monásticos

3. VIDA CIUDADANA, UNIVERSIDADES Y TALLER ALFONSÍ: SIGLOS XIII-XIV

 Tras el románico llegó el arte gótico y gótica fue la letra de los últimos códices monásticos y de los primeros realizados en escritorios civiles y religiosos urbanos, surgidos como consecuencia del auge de las escuelas catedralicias, de la fundación de los estudios generales y, en suma, del renacimiento de la vida ciudadana.

Aunque los códices en latín sobre pergamino continuaron siendo durante todo este periodo los más habituales, la mayor demanda de libros, el aumento de lectores y la variedad de temas obligaron a introducir paulatinamente el uso del papel, que se había revelado como un material de menor coste y confección más ágil, al tiempo que la lengua romance escrita se iba abriendo camino.

Conviven en esta época libros ricos escritos en latín –en particular teológicos, jurídicos o filosóficos– con otros más sencillos, todos ellos vinculados a la Iglesia o a la Universidad, donde el uso escolar dio lugar a la creación de la página glosada, en la que el texto principal iba enmarcado por el comentario del magister. Junto a ellos, encontraremos también manuscritos literarios o de contenido práctico en lengua vernácula.

Mención aparte merece el taller alfonsí de Toledo y su estela cultural, de donde brotaron grandes obras en castellano y, especialmente, traducciones e interpretaciones de autores grecolatinos, árabes y hebreos.

4. EL HUMANISMO Y LAS LENGUAS VERNÁCULAS: SIGLO XV 

Durante el siglo XV, la temática religiosa siguió dominando, aunque la llegada del Humanismo aportó un nuevo interés por la recuperación de los autores clásicos y diversificó los objetos de estudio. En consecuencia, abundan ya en esta época los libros de contenido literario, científico, histórico, gramatical, etc.

Por otra parte, la lengua romance comienza a superar por primera vez al latín y el material escriptóreo más común es ya el papel, utilizado incluso en libros elegantes y decorados. No obstante, en ámbitos nobiliarios, acaudalados y exclusivos, se encargarían aún libros sobre pergamino y espléndidamente iluminados, muchas veces escritos, sin asomo de complejo de inferioridad, en lengua romance o vulgar.

El brillo del manuscrito humanista del siglo XV es casi un canto de cisne, pues la mayor necesidad de libros para el estudio, la difusión religiosa o el entretenimiento, así como la facilidad en la obtención del papel, frente a la costosa y difícil elaboración del pergamino, crearon un clima propicio para que a mitad del siglo XV apareciera la imprenta de tipos móviles.

5. CONVIVIENDO CON LA IMPRENTA: LOS MANUSCRITOS MODERNOS DEL SIGLO XVI

La posibilidad desde mediados del siglo XV de reproducir ejemplares múltiples de una misma obra no acabó inmediatamente con la tradición de escribir y decorar libros a mano, más aún si tenemos en cuenta que una parte de los bibliófilos e intelectuales humanistas demandaban copias manuscritas. Por ello, en el siglo XVI encontramos todavía manuscritos profusamente decorados que nunca fueron realizados con la intención de ser llevados a la imprenta.

Pero no es esta la única razón de la existencia en nuestras bibliotecas de manuscritos confeccionados en época incunable, en el siglo XVI o más adelante. Obras autógrafas antes de ser impresas, textos de uso privado, copias ya preparadas para imprimir o incluso libros que no convenía pasar a molde por diversos motivos seguían escribiéndose a la antigua usanza, en muchas ocasiones con un objetivo de originalidad plenamente consciente.

Persiguiendo la exclusividad y belleza de los manuscritos, en los incunables e incluso en impresos posteriores encontraremos iniciales dibujadas, ilustraciones manuscritas y, por supuesto, grabados coloreados a mano.

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